Nunca había notado lo pequeña que te has vuelto. Lamento tanto haber dejado pasar tantos años sin pararme junto a ti para una foto, no tenía idea de cómo nos veíamos juntas y lo mucho que cambiamos. Me cuidaste y al paso de los años te fui ignorando. Hasta hoy noté tus piernas huesudas inservibles y las comparé con las mías llenas de carne y me di cuenta cómo los años succionan la vida. Te felicité en cada uno de tus cumpleaños sin contarlos; te serví desayuno, comida y cena, te dije provecho sin siquiera pensarlo. Te vi comer y te regañé más de una vez por las mismas razones por las que tú me regañabas cuando tenía tres años. Te he oído reír y llorar todo los días, a veces ya no distingo una de otra porque solo eres ruido. Te he escuchado cantar, en ese momento sí te pongo atención porque me gusta cómo lo haces. Dudo mucho que seas feliz, vives en la misma casa que yo, por eso lo dudo. Más no tengo idea si en algún momento lucido te sientes agradecida o acompañada. Te amo, no sé en qué momento lo olvidé o dejé de sentirlo con intensidad. Dueles, a veces insufriblemente, pero eso no cambia el sentimiento de amor y gratitud que te tengo por haberme dedicado tiempo, tal vez tus últimos años de cordura me los diste. Te amo porque por ti existo y además tengo una familia: Gente amorosa, que a pesar de nuestras mañas, manías y maneras, es gente buena. No sé cuánto tiempo seguiremos juntas, pero así será: Juntas. Porque entiendo lo que es no ser escuchada o consentida, porque a veces lo demás interpretan mal las intenciones y se empiezan discusiones. No sé si sabes lo que pasa al rededor o si estás en un limbo pero tendrás compañía el resto de tus días. Porque te quiero y te perdono por no ser la abuela de un cuento.