Llegaba Miguel empapado, dejando a un lado de la puerta el paraguas que de ni madres le había servido pues no se quedaba abierto. No solo estaba bañado por la lluvia, sino también de un encabronamiento sublime, de esos corajes que no fácilmente se viven, ni se controlan. Aventó el portafolio, se desprendió del saco y en un intento brusco de quitarse la corbata casi se estrangula. No reparó en secarse los pies en el tapete de “Welcome home” que había comprado cinco años antes con Lucía.
Caminó a la cocina, el clima de la casa aunque cálido no le reconfortaba. Abrió el refrigerador, sacó la leche, sirvió una taza, la metió al microondas, 1 minuto y medio, “Start” y se apagaron las luces de la casa. ¡Mierda! Se dirigió de nuevo al refri y sacó una cerveza.
Bufando y a tientas entró a la sala, antes se quitó los zapatos llenos de lodo, pues la alfombra le había salido carísima. Continuó y en la pata izquierda de la mesa de centro, su pie fue a dar torciéndose todos los dedos. La ira explotó, se tiró a sillón y mentando madres, se agarró el pie, hasta percatarse que había derramado media cerveza en la alfombra, entonces enfureció más y lanzó la lata por los aires, salpicando demás muebles y estrellándose contra la copia de Femmes au jardin que tanto odiaba, sin embargo por complacer el delirio que tenía Lucía por Monet y las cosas cursis, él por condescendiente, personalmente colgó.
Abrió las persianas y algo de luz entró, permitiéndole visualizar siluetas. Entonces se percató de la presencia de Lucía. ¡Hija de puta! Todo era su culpa, el empleo, la casa, el color perla de las paredes, el corte de cabello, las cenas familiares. Desde que la conoció en la universidad había destrozado su vida. La odiaba, no soportaba el olor a Channel N°5 de su cuello, ni sus senos perfectos, no soportaba su buen gusto, ni la lencería fina que usaba la pendeja para seducirlo.
- Se puede saber ¿qué estás haciendo?
- Nada.
- ¿Cómo nada? Mira nada más el desmadre que traes. ¿Vienes borracho?
- ¡No! Me fue mal en el trabajo, es todo.
- ¿Mal? Otra vez, ¿qué hiciste?
- ¡YO-NO-HICE-NA-DA!
- ¡Cabrón! Mira nada más… ¡Mi cuadro!
- No me hables así, yo jamás te he faltado al respeto.
- Pues nada más eso te faltaba, ¡eh! Que fueras un patán, porque poco hombre ya lo eres.
- Bájale Lucía, que no es buen momento.
- Nunca es buen momento para ti Miguel, ¡Mi cuadro qué culpa tiene de que seas un imbécil!
- Cállate.
- No sirves, no haces nada bien…
- ¡Lucía!
- Siempre llegas de malas, siempre estás callado, apenas comes lo que preparo y hace siglos que no tienes un detalle conmigo…
- No hables de eso por favor.
- ¿De qué, Miguel, que te comportas como si te diera asco? Te acuestas con otra, ¿verdad?
- Estás loca. ¡JAMÁS LO HARÍA!
- ¡¿Crees que no noto cuando llegas oliendo a perfume de mujer?!
- Ya, no te pienso escuchar. Cállate.
- ¡No me voy a callar algo así! ¡¿SÍ O NO?!... ¡Miguel! ¡Te estoy hablando idiota! ¡Dime la verdad! No voy a soportar una de esas…Además… seguro es una criada porque el perfume que usa huele corrientísimo.
Esto último fue con un dejo de burla y despotismo. Miguel se abalanzó como fiera y el grito de Lucía quedó ahogado cuando él cayó sobre su pecho sacándole el aire, sin dejarla respirar, en la histeria empezó a arañarle la cara y el cuello, le arrancó las arracadas, rostro y orejas sangraban. Ella lo miraba sin poderse defender y sin poder emitir sonido. Miguel continuó cacheteándola y tirando de su cabello, casi la deja calva. Cuando Lucía parecía estar completamente ahogada, Miguel tomó su cabeza y la azotó contra pared como golpe final.
Se levantó del piso, la miró y por primera vez no sintió envidia de lo perfecta que siempre fue. En el baño se lavó las manos, se quitó la camisa ensangrentada. Fue al closet, tomó una mascada dorada que tanto le gustaba, agarró las llaves del auto y pasó por otra cerveza antes.
Ya de vuelta en el carro, a media noche, la lluvia no le resultaba en absoluto molesta, al contrario, jamás la había disfrutado tanto. Del fondo de la guantera sacó un disco, lo puso, subió el volumen al máximo y por primera vez cantó a todo pulmón su canción favorita.
“…Porque miren la creación de mi figura,
Porque miren aunque les parezca una locura.
Y puedo decir, quiero gritar: Mírenme ¡soy como soy!
Soy esto que soy. Sin mendigar, sin compasiones.
Esta es mi canción aunque nos digan ¡¡maricones!!.
Y salgo con mis plumas y mi lentejuela…”
Aquí está link de la canción en el musical de La Jaula de las Locas.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=GbHYJbHYptA
Amo esa canción.