Una madrugada fría; ya íbamos de regreso a la fiesta sosa que propuso, para pasarla aun más aburrida y lo peor: sin una gota de alcohol.
Ya a unas cuadras antes de arribar, nos encontramos con un auto estacionado en plena avenida con la señal en rojo. Tuve que bajar la ventana para escuchar mejor, la alarma estaba encendida y las calaveras prendían intermitentes en rojo y amarillo. El ruido del carro mataba la serenidad nocturna. Sin explicarme bien la situación, a unos pasos observé a un hombre alto, semicalvo, en notable estado de ebriedad, azotando la frente contra un poste y clamando con las manos no sé cuántas mentadas. Reí, olvidé por completo mi situación para mofarme de la de él. "Si yo la estoy pasando mal, imagínate ese cabrón."
Después de eso, la incomodidad del pleito se volvió amena.
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