Me pido perdón.
Me pido perdón por confiar, por haber creído que todo estaría bien cuando empezó mal. Me suplico entre noches de angustias que me perdone, que no me castigue con indiferencia cuando más me necesito. Me ruego por compasión y me resisto al abandono. Me niego al exilio de mi felicidad y pido dejarme ser compañía en mis logros y metas. Me ofrezco para ser la fotógrafa de mi éxito y enmarcar en memorias los momentos que valen la pena. Sacrifico todo por mi yo y permito blasfemar contra cualquiera. Me ofrezco mis más sinceras disculpas para retomar fuerza y erguir la cabeza como reina. Me imploro absolución al haber permitido que me hirieran cuando estaba consiente de que así sería y me insisto en remitir cualquier daño ocasionado por la estúpida compasión que me dejó en ceguera, poniédome vulnerable ante cualquiera. Pido clemencia por involucrarme con miserables y pido cura para el dolor que dejé me invadiera por la estupidez de confiarles mi yo como tesoro. Me perdono porque estoy de nuevo en mis cabales y porque soy, sin duda, lo que más valoro.
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