Desperté con una sensación que me asfixiaba. Me senté en la cama precipitadamente tocándome el pecho y el cuello. ¿Qué sucede? inspeccione mi cara, mi cabello, mis pechos, levanté las sábanas y ahí estaban mis largas piernas y pequeños pies al final de ellas. Todo estaba en su lugar, pero no me sentí más tranquila. Algo me faltaba, hice un recuento de la noche anterior, solo habían sido un par de cervezas y mucha plática. Nada había salido mal, ¿entonces? Me levanté y recorrí mi cuarto, estaban las llaves, mi cartera, el enajenante móvil con mensajes y llamadas perdidas pero no lo que buscaba. Hice el intento de asomarme por la ventana pero la luz del sol me quemó las pupilas cual ojos de vampiro. Salí por el pasillo sin importar lo frío del piso, sentirlo me aterrizaba, mis pies congelados era un anzuelo que me evitaba volar hacia la demencia. Tomé un vaso entero con agua pero la sensación de ahogamiento no se iba, mastiqué hielo y el sonido del choque de mis dientes con ellos no disminuía la ansiedad. Me senté en la sala para pensar qué me tenía mal, qué había cambiado mi percepción. Repira. Tranquila. Nada malo ocurre. Cuanto me di cuenta, la desagradable onicofagia había terminado con mis uñas. Un arrebato de angustia se desbordó irrevocablemente. Me dirigí de nuevo a la cocina y tomé la manzana más roja, brillante y perfumada del frutero, sin embargo una mordida me bastó para sentirme nauseabunda, era como darle una mordida al corazón de un animal recién muerto, un corazón fresco, lleno de sangre pero inservible, amargo, fibroso. ¿Estaré alucinando? Escupí y me retiré a mi cuarto donde encontré un libro pendiente, traté de concentrarme sin lograrlo, no avancé del segundo renglón las letras se fundían en mi cerebro sin lucubrar. La agonía me tenía presa, una incertidumbre insufrible me calaba, acongojada. ¿Qué me faltaba? Había perdido el sentido, la esperanza, la cordura, el respeto. Las lagrimas comenzaban a atiborrarse en mis ojos pero aun no se derramaban. ¿Qué tengo? o peor aun ¿Qué no tengo? Mis entrañas se revolcaban con cada pregunta que se asomaba entre la sombras de la confusión y mis demonios. Quizás, quizás había perdido un hijo que no recordaba. Brinqué frente al espejo, me quité la blusa miré mi cuerpo, seguía igual, no tenía cicatriz de una cesárea, mi vientre se veía casi plano, las costillas se marcaba ligeramente, mis pechos se encontraban a la misma altura y mis clavículas se dibujaban simétricamente. No había rastro de un hijo posible, lo que había extraviado no era un niño. No por eso me sentí mejor. La desesperación aumentaba cada segundo y los latidos de mi corazón me aterraban. ¿Y si nunca lo volvía a encontrar? Era imposible llenar ese hueco si no sabía qué era lo buscaba. Me sentía incompleta, manca, coja pero del alma. Me tiré en al alfombra, cerré los ojos y dejé que el llanto fluyera esperando que el techo se me cayera encima y mi muerte y entierro fueran un mismo instante. No sé cuánto tiempo transcurrió, cuando me di cuenta que en una casa cercana a la mía alguien escuchaba una melodía conocida para mis oídos, poco a poco cada uno de mis cinco sentidos despertó con una ola de recuerdos y sentimientos. Empecé a susurrar la letra de la canción y al mismo tiempo evocaba sabores y olores de algún cuerpo con el que estuve mientras esa misma tonada se grababa en mi memoria. Me incorporé, me miré de nuevo al espejo, había visto mi cuerpo, pero olvidé ver mi cara, ahí estaban mis labios pronunciados, mi nariz fina, mis ojos enormes, mis cejas marcadas en equilibrio con mi amplia frente y cabello abundante, alborotado. Entonces empecé a reír y a bailar como me gusta, sensual y risueña, enredando aun más mi melena con aroma a cigarro de una noche de fiesta. Por fin lo recordé, supe en ese preciso instante la razón que me mantiene viva como mujer, no como animal. La felicidad que yo misma me provoco y el placer que me embriaga, además de la música y mi presencia, reconocí lo que me hacía falta y en un momento de goce y éxtasis acompañado de una canción maravillosa me decidí. Me puse a escribir y el mundo se completó de nuevo.
"Girl ya gotta love your man,
take him by the hand,
make him understand,
the world on you depends,
our life will never end.
Gotta love your man, yeah
Riders on the storm..."
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