Espero que salga algo.
Me ahogo con mis propios pulmones. No puedo estar aquí, ni allá.
La conciencia se desvaneció y no queda mucho, más que calambres, taquicardias, piel erizada y dientes que rechinan ligeramente.
Con el poco oxígeno que alcanza mi mente, logro que la pluma se deslice como patín sobre hielo, sin un bache que me evite o me distraiga. Exploro, no, solo dejo fluir tendido sobre el papel, dejando mis palabras en él, formando su cara que apenas puede articular un poco de lo que siento.
Sin parar, corro y vuelo más allá, o más acá, con esto no tengo la capacidad de distinguir uno de otro. El tiempo pasa a una velocidad constantísima, que no deja y da más de lo que quisiera.
Transmito ondas de nerviosismo, como ondas sonoras que se impactan. Te vibro con mi gusto a disgusto, pues no es que me sienta convencida, ni segura de que sea esto lo correcto.
Sin más especulaciones, lo digo honestamente, con una visión nublada, me acuso y me perdono por adorarte y quererte aquí y en todas partes.
Lo sólido de mi pensar pesa menos que el polvo, pero vale más que un exquisito lo que sea, pues es puro y traslucido… lucido, lucido, lucido, lucido, lucido.
Poco menos y más, fuerte, seguro, despacio y ritmo es lo que merezco, me gano y me quito. Es un interés cóncavo y convexo lo que te deseo, no mal pero si fueras bien, me aburrirías (más).
Es una carta, una confesión, un no sé qué, colado de la emoción femenina, salpicada de lluvia, con frío y música. Estoy en una torre de control; Control es lo que más necesito, cuando del otro lado de la puerta se encuentra seres que me asechan porque me quieren.
Mi corazón estalla como una piñata de imanes que regresarán a su lugar en cualquier momento. No quiero estar podrida, ni maldita, no quiero pagar penas en el infierno. Seré recta y no me quedaré con cuentas.
Consumir y pagar en vida lo que obtengo de ella. Me niego a hacer fila, esperar en la fila junto a más herejes. Además si dejo crecer la deuda, mejor ni hablar de cómo se acumulan los intereses. Pagaré, que la piel lo sienta, que el alma lo guarde, que la mente lo pague.
Ojos de azulejo.
¿Qué pasa?
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