lunes, 2 de abril de 2012
Destrúyeme si no puedes aceptarlo
Y como si fuéramos iguales, me mentaste la madre. El exceso de rabia escapa a gritos y gestos llenos de furia. Con tu rostro contraído del coraje que apenas puede expresar, porque ni con tus 80 kilos dejándose ir encima de mí, cumples con tu expectativa de lastimarme como lo deseas. Me quieres deshacer. Me quieres sacar los ojos con los que me enamoro, quieres arrancarme la lengua con la que le derramo ternura, quieres morderme cada dedo y arrancarlo de la mano para que no pueda volver a tocarlo. Puedes hacerme ese daño y más, violarme hasta destrozarme, pero ¿cómo pretendes despojarlo de mi ideas? Adivina, débil guardián de mis entrañas, no puedes. Intenta taladrarme el cráneo, y te diré que moriré antes de si quiera poder olvidar su nombre. Y aunque muera, mi último suspiro se lo tendré dedicado. Es mi gloria, mi júbilo, mi dicha y a ti te causa pena. Tus pesares son grapas industriales disparadas atravesando tu pecho para clavarse en el mío. Perdón, pero no puedo. Le anhelo, le extraño, le deseo. Destrúyeme si no puedes aceptarlo, destierrame a tu tierra de caprichos y hazme infeliz. Desquita todo el dolor que te causé. Después de todo, si él sabe que sigo contigo ya todo estará perdido.
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