miércoles, 16 de marzo de 2011

Vestidas de negro I

*Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Runhda se despertaba cada día a las 6 am en punto sin necesidad de despertador. Antes de poner un pie en bajo la cama, tomaba un cigarro sin filtro y cigarros. Decía: Para empezar un buen día, hay que empezarlo con placer. La verdad dudo que a lo largo de sus 55 años haya tenido un amor más grande que al cigarro.
Ponía a calentar agua en una olla de peltre, salía al patio y le daba de comer a las gallinas. Nunca comprendí porqué la gente de pueblo le llama los pollos diciendo "cuni cuni".

Siempre llevó el cabello corto, chino, tenía una mirada profunda e indiferente, voz ácida. Era alta, delgada, escuálida. Usaba vestido olgados sin mangas, siempre floreados. Cruzada de brazos y siempre siempre fumando, incluso en las fotografías con sus nietos recién nacidos.

Vivía en una casa de tabique, lo que la hacía de las riquillos del pueblo donde las calles no conocían el pavimento y la mayoría de las personas vivía en chozas de adobe. Cuando
Runhda salía a comprar cigarros poca gente la saludaba. Era altiva. Todos la criticaban, es que una viuda de tres maridos, de los cuales dos habían sido millonarios dueños de huertas y de la única agua embotellada que se distribuía en el estado, no tenía nada que estar haciendo ahí. Mucho menos haberse casado con Aurelio, un indio, pobre, 22 años más grande que ella.


La última vez que vi a
Runhda se encontraba en una cama, gritando de dolor y maldiciendo a cuanto pasaba cerca. El cancer le había fundido las entrañas y los huesos. Nunca hizo caso del tumor en la matriz que 3 años antes le había sido detectado.
Los únicos momentos en los que se escuchaba silencio era mientras dormía, gracias a la morfina, y cuando alguna de su hija le prendía un cigarro y se lo llevaba a la boca para que aspirara.
Así, dio un último golpe al cigarro, sonrió y jamás exhaló el humo.

Nunca supe si la muerte de ella era una tragedia o un bien. Lo que jamás olvidaré fue cuando, dados los chismes por su nuevo marido, casi ignorandome dijo: Lo que me gusta de Aurelio es que es bien, pero bien valiente.
No sabía a lo que se reféría hasta 8 años después.