lunes, 7 de junio de 2010

Escapando de los brazos de Morfeo

El problema de escribir en la madrugada es que se tiene que prender la luz y le quita un poco de romanticismo a la intimidad que se tiene con la noche; la mejor metáfora para el insomnio es el mar: te traga y eres conducido por la corriente de un lado a otro sin la posibilidad de imponerte ante tal naturaleza.

La música es buena compañía en esto de las desveladas. Con audífonos y canciones al gusto, hacen la banda sonora de las vagas ideas.

Quisiera que mis escritos no llevaran siempre algo sugestivo en sus entrañas, pero creo que es parte de mi firma, no puedo evitar ser cautivada y pensar divertidas perversiones, veía la silueta de mis piernas contra la luz de la luna. Ojala estuviera alguien aquí para mal pensar junto conmigo.

Cuando el insomnio no nace de la culpa, ni del rencor, ni ansiedad; entonces es un insomnio que se disfruta. Se puede poner atención a la música y distinguir cada uno de los instrumentos y fantasear con las manos a que uno los toca.
Estoy vacía de sentimientos, pero la música me llena de ellos, géneros que me dan una amplia gama de sentimientos.

Cambiar de hoja es lo que me delata. Trato de hacer el menor ruido posible pero el crujir del papel me acusa de profanar la tranquilidad de la noche con mi abstracción dispersa y traviesa que corre sin querer ser atrapada por el sueño, como si fueran mariposas escapando de una red, las imagino de papel crepé.

En algún momento de esta faena se sufre una locura inexplicable, como si fuera empapada por LSD. Veo que las paredes palpitan, las persianas se agitan, los colores resaltan, las fotografías me miran y entro en un estado de paranoia en la que me veo obligada a dejar de escribir, quitarme los audífonos para escuchar si alguien viene y observar las paredes en busca de insectos.

Supongo que la paranoia crece porque sé que no tarda en salir el sol y sorprenderme haciendo lo que no debo a deshoras. Lo bueno es que para entonces Noche se habrá marchado y Día no sabrá quién me sedujo durante tantas horas. (Tengo hambre)

Y luego, entonces, comienzan los garabatos… porque ya no sé qué escribir. Flores, estrellas, ojos, espirales, letras que poco a poco se van apagando por el primer bostezo.
Poco a poco la mente se prepara para colapsar, mis ojos se deforman, se reducen y parezco oriental.

He viajado a través del tiempo, ahora estoy a finales de la década de los 60 y Marc Bolan me canta al oído. En fin, ya se asoman los primeros rayos de luz, el cielo se aclara. Mejor ya me voy a dormir porque sino repetiré esta escena en la madrugada de mañana.

4 comentarios:

  1. Me encanta cómo escribes; me gastaría un sinfin de palabras en describir cómo es que lo haces, pero no tendría sentido (fue lo primero que pensé en hacer, por eso lo escribo), además me da un poco de hueva hacerlo. ¡Ah, no sé! Hasta da la impresión de que en realidad dices lo que quieres decir, no sé si me explico: muchas veces queremos decir algo al escribir pero terminamos con algo totalmente distinto (¡tal vez ni siquiera tengas una finalidad al escribir -¡tres hurras por Mario Moreno!-!). Además tienes buena ortografía, poca de la gente que conozco interesada en escribir valora la ortografía. ¡Muy padre, me gusta! Adiós. :)

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  2. Ah, fui yo el del comentario anónimo cantinflesco, soy amigooalgoparecido de Adrián. Saludos!

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