lunes, 26 de marzo de 2012

Magdalena

Soy Magdalena sin ropa, rezando a la altura de tus rodillas, implorando paz. Desnudo en la cama, recostado cual Cristo en su cruz, descansas y llenas de penas las glorias ajenas. Suave con los dedos desenredas mi cabello que cubre tu pelvis, mientras sollozo las penitencias que me impones con tu mirada, revelando poco a poco los pecados de los que me salvaste de ser juzgada, más en tu cuarto me has obligado a pagar por cada pensamiento impúdico que tuve de ti antes de conocerte. Sin evitar tu crucifixión, me revuelco en dolor de verte paciente esperando el final. Sin que tengas una idea de la falta que harás si te vas, cada lucubración afecta las entrañas, entripada suplico el perdón para que bajes de tu sacrificio y vuelvas a mi altar entero. Báñame a pedradas y castígame si quieres con indiferencia, pero quédate ahí para venerarte cual hijo de dios maldito. Bendice este ser que te añora con fervor, maldice la locura que me provoca ir a girar alrededor un mejor sol.

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