domingo, 28 de marzo de 2010

Adrián

Era 28 de marzo a las 5 30 am, la gente se encontraba haciendo lo suyo. Niños despertando para ir a la escuela; madres preparando el desayuno; señores sacando la corbata del café; recién casados haciendo el amor; voceros cargando sus periódicos. Lo que comenzó como un día común dejaría de serlo en pocos minutos.

Media hora después, la misma gente que realizaba su rutina se detuvo. El tránsito quedó inmóvil, las calles estaban repletas de personas en pijama, en trajes y uniformes, en absoluto silencio y con los ojos puestos arriba. Allá en lo que parecía ser un día claro y despejado, era más bien un fenómeno. En el horizonte, de ambos lados, este y oeste, se encontraban dos astros saliendo. Lo que se interpretaba como la disposición de dos soles a colgarse en el cielo y alumbrar la tierra.

La reacción de unos fue terror, de otros era extrañeza y unos cuantos agradecidos a su religión. Multitudes llamaron a urgencias, a la policía, dependencias del gobierno pero nunca hubo una respuesta. Los canales de radio se extinguieron, en la televisión no había nada. Las carreteras se atestaron; las pirámides y principales ruinas se llenaron de creyentes. Científicos y religiosos salían a la calle gritando locuras en intento frustrado de dar explicación. Otros tantos aseguraban el fin del mundo, algunos curiosos tomaban fotos y video. El fanatismo en su máximo esplendor. Hubieron los que no salieron de sus casas, cerraron puertas y ventanas.

Pasaron horas y ahí seguían en lo alto, dos estrellas en el cielo, como gemelos observándonos. Sin aparición de algún tipo de representante o autoridad, ciudades enteras y campos sufrían un coma. Se hablaba de experimentos del ejercito, de una invasión de otro país, se dijo que no era un sol sino una nave extraterrestre, otros creyeron que era dios, que no era un cuerpo sino lo contrario, un hoyo "negro", decían que había sido una explosión en otra galaxia, un portal a otro lugar y momento en el universo, que el gobierno había vertido drogas en las aguas y que todos estaban alucinando. Como fuera, era obvio que nadie tenía la razón.

Ambas estrellas seguían su curso 'normal'. Mientras tanto la sociedad se desmoronaba. Las teorías continuaban generándose. En actos de desesperación, las masas dejaron de utilizar toda la tecnología, desde celulares, autos, computadoras, microondas, etc., llegando al grado algunos de comportarse como animales, hombres y mujeres se despojaban de las ropas y corrían desnudos. Otros se unían en sectas y comenzaban ayuno. Muchos cadáveres fueron desenterrados por sus familiares. En menos de un día, lo mismos humanos se encargaron de acabar con lo que les había tomado siglos construir. Extrañamente nadie robaba, al contrario, estaban desesperados por deshacerse de sus riquezas y cosas materiales. Enormes verdades se dieron a conocer entre las personas. Entre el caos y el descontrol que se comenzaba a vivir, apareció Adrián.

Adrián era el único hombre que aún estaba dentro de sus cabales. No oraba, ni destruía, estaba calmado, incluso proyectaba una actitud arrogante e insensible ante la situación. Llevaba todo el día recorriendo las avenidas más importantes y concurridas, hasta que llegó a una plaza. Miró alrededor, tomó un megáfono rudimentario y habló; instantáneamente fue el centro de atención, la voz de Adrián sirvió como guía, más no como consuelo. No habló para dar paz, ni fe, no hizo que los demás retomaran la cordura, no le interesaba el bienestar común, ni darles una interpretación de lo que sucedía, su intensión era encaminarlos.

Las palabras emitidas y expandidas por el megáfono fueron navajas que llovieron en la poca conciencia de los habitantes que lograron escucharlo. Adrián no era un Mesías, era un tipo normal que se había cansado de vivir en el surrealismo, entonces él decidió hacer las reglas del juego. Orientó a aquellos en la plaza a cometer suicidio, no dio instrucción de cómo hacerlo, sencillamente solo los encomendó a realizar su propio asesinato. Indicó que no debían matar a los semejantes, padres no podrían tocar a niños pequeños pero tampoco podrían quedarse para protegerlos. Como magia, sin protesta, la gente provocó su propia muerte; como si se tratara de una infección, los individuos imitaban la acción y en cuestión de horas ciudades y pueblos fueron barridos por los suicidios, habían muertos en todos lados y en todas condiciones.

Solo unos cuantos quedaron de pie, admirando y grabando en su mente tal holocausto.

Por fin llegó la noche y ambos soles se fundieron en los horizontes. Los pocos vivientes, en su mayoría infantes, buscaron un lugar donde esconderse. Terminó el 28 de marzo. Las primeras horas del día 29 fueron de perplejidad, gozaba la incertidumbre, a las 5 30 am se visualizaban los primeros rayos de luz. Como ratas, los humanos salieron de su escondite, nerviosos y con pánico para mirar el cielo. Esta vez solo apareció un sol, el de siempre.

Bastó un fenómeno de 24 horas para comunidades enteras desaparecieran sin motivo. A partir de ese día se vivió otra realidad, otras enfermedades, no había política, no había costumbres ni leyes. Ninguna otra raza animal ni vegetal sufrió perdidas. Nunca se volvió a presentar el segundo astro luminoso, nunca, y tampoco se supo qué realmente fue. Solo se comprobó que la raza humana es la más insegura de todas y bajo esa premisa se está haciendo el intento de coexistir de nuevo en la tierra.

1 comentario:

  1. Chale.. este es mejor regalo que el "Djembe Meinl Moon Series" que ya había comprado... iré a regalárselo al primer indigente que encuentre para no sufrir la humillación de que sea el segundo mejor regalo de cumple para el Adrián..

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