miércoles, 14 de abril de 2010

Insectos

En la ridiculéz de mis sueños futuros que adivinan y procrean variadas ansiedades porque entre tanta niebla tu rostro flotante se acerca. Búho. La obscuridad de la noche ha borrado los caminos de tus pies y manos que anduvieron hasta en mis cutículas, pero el reflejo de la luna acecha en tus feos ojos, en tu sonrisa que vaga de cabeza.
Allá en lo colosal del azar, sabemos que son posibilidades de números con milésimas infinitas de que nos podamos aguantar la respiración para no ser descubierto por el otro al pasar cual si fuéramos insectos indefensos escondiendo nuestras armas bajo alas de hierro.
Y me gustaría mucho tener ojos en la nuca, en los codos, en las rodillas y en las caderas para ver a dónde andas maldito moscardón. Que el futuro me desgarra y abre mi ser en dos, de él sale una Viuda Negra con ganas de hacerte en mi cama tejida por mis largas, largas piernas. Porque das sed a mi deseo, porque por ti, soy la ama y señora de la Necrofilia, que desde que te cubrí con mis redes ya ningún platillo vivo me apetecé. Yo no soy asesina, porque el corazón desde que te conocí no te latía, sin embargo adoro el tono azulado y asqueroso de tu piel.
Somos seres nocturnos que en la suerte y magia de la selva artificial no se han de encontrar, hasta que el murciélago nos coja y nos aviente de nuevo juntos al vacío y tengamos que mutar, ser insectos que buscan algo para devorar.

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