miércoles, 15 de febrero de 2017

Amor después de la adolescencia

Hace muchísimo tiempo no te pensaba como hoy. Hace muchísimo tiempo que no te mencionaba, mucho menos me ponía a hablar de nuestra historia. Pensé que estaba sanado, que el tiempo había hecho su trabajo y que eras una experiencia superada. Hoy descubrí que no te he olvidado ni un poco y se me eriza la piel de todo el cuerpo al recordarte. Dueles, perforaste mi alma y anidaste en ella, no me di cuenta que sigues viviendo dentro de mí y que aún revuelves mi todo. Si tuviera la oportunidad de hablar contigo no sabría ni por dónde empezar. Creo que no existen palabras que describan la manera en la que me haces sentir. ¿Que te amo? En este momento esa expresión es nada a comparación de lo que late en mi corazón. Evoco innumerables momentos juntos pero existe uno en específico que me atormenta, el día que te fuiste lejos de mí para buscar una mejor vida. Dios, ¡la mejor vida que podías tener era a mi lado! Y no lo vi, te lloré y te pedí que lo pensaras dos veces pero no hice mucho más que eso: sugerir que podrías estar bien aquí. Hoy muero por mi inutilidad ante ese hecho. Te juro que quisiera regresar a aquel instante y desgarrarme la ropa, abrazarte y rogarte que esperaras conmigo a que las cosas mejoraran. Debí suplicarte a gritos que te quedaras a mi lado, debí aceptar todas tus propuestas, colgarme de tu cuello y no soltarte. Hincarme y declararte el desquiciado amor que te tenía y tengo. Que nuestro amor sí bastaba para cambiar nuestras vidas separadas, dejar los prejuicios, intentarlo todo. ¿Qué importaba la edad o las carencias? Hoy soy mayor y adolezco menos, sin embargo acepto y me derroto ante la idea y el sentimiento de que me fallé al no estar contigo y no haberte dicho que sí todas las veces que me propusiste vivir la vida juntos. Hace diez años de ese día y hoy confieso que me arrepiento de no haberte amado abierta y libremente, de ahogar en silencio mis sentimientos por ti. Te amo y es un amor que no tiene a dónde irse, que lleva diez años congelado en mi ser, que me carcome y no me ha dejado estar tranquila aunque no me diera cuenta. Pinche amor que no desapareció como lo hiciste tú, que no se fue y que no murió. Dos lustros sin ti, mi compañero de asesinatos, de chistes crueles y de besos tiernos. Dos lustros pensando en ti y ahogada en la incertidumbre, ni siquiera sé si existes pero espero que allá donde sea que te encuentres te llegue un pensamiento de rayo con mi nombre, tu Alejandra, porque tú siempre serás mi Juan José. Te he amado todo este tiempo y te amaré hasta siempre. Hasta donde estés... Sin punto final




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