martes, 22 de diciembre de 2009

Cuento de Navidad 0.3

Tercera Parte
Cerca del pueblo, después de la carretera empedrada hay unos campos cercados, atravesando, hay una zanja honda para cualquier niño de seis años y con harta corriente. Ningún chiquillo se atreve a salir de los arcos en la entrada del pueblo, mucho menos ir al empedrado, todos lo tenemos prohibido, de los campos dicen que son tierra de nadie.

Nos mandaron temprano a comprar pan para la cena de Noche Buena, nada más teníamos que ir a casa de Doña Chata, queda a unas cuatro calles, y no hay que atravesar la avenida grande. Nos dieron 40 pesos, ya íbamos en la tercer calle cuando le mentí a Pablito “Oye conozco otro lugar donde hacen pan y lo dan más barato, ¿y si vamos allá y luego nos quedamos con el cambio?”. Lo dudó unos segundos, pero cuando le dije que lo podría gastar en bengalas y en las maquinitas en seguida me dijo que sí, entonces nos encaminamos al empedrado. Pablito, tonto.

Llegamos a los campos, Pablito se detuvo a repetir la advertencia de las tierras sin dueño, lo convencí, mentí de nuevo y dije que no faltaba mucho para los panes así que seguimos. Por fin llegamos al margen de la zanja, estaba hasta el tope, me agaché para tocar el agua congelada. Pablito me gritó desde unos pasos atrás que me alejara, era peligroso, tenía razón, ¿y si me iba de cabeza? De todas maneras volví a mentir, dije que el agua estaba caliente que fuera a tocarla y así fue. Pablito, curioso.

Mientras él se acercaba, yo me levanté rápido y tomé una piedra. Pablito se agachó, tocó el agua y me gritó “¡Eres una mentirosa!¡El agua está fría!”, iba a aventarle la piedra cuando se paró rápido y me vio con la piedra en la mano.

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